Prosperidad Social reconoce que 2020 es un año decisivo para la promoción de la igualdad de género en el mundo. La entidad fortalece sus acciones para reducir la desigualdad económica y sus efectos en la pobreza del país. Esto está representado en el diseño de sus rutas integrales, en las acciones permanentes y en sus liderazgos.
Los programas de inclusión productiva de la entidad acompañaron en 2019 a más de 62.000 mujeres. Promueven procesos de autonomía económica, de seguridad alimentaria y emprendimiento, entre otros objetivos. La inversión dedicada estuvo por encima de los 125.000 millones de pesos, distribuida en cinco programas: Familias en su tierra, IRACA, Mi Negocio, Emprendimiento Colectivo y la Red de Seguridad Alimentaria (ReSA). “La inclusión social y productiva de las mujeres es un motor para la superación de la pobreza”, dijo Susana Correa, directora general de Prosperidad Social.
En conjunto, estos programas acompañaron casi 70.000 hogares: más de 110.000 personas, de las cuales cerca del 57 por ciento son mujeres. No es sólo un accidente en la atención por hogares: en el programa que tiene participantes vinculados a título individual, Mi negocio, el 83 por ciento son mujeres: 11.332 de 13.547 participantes.
Las mujeres son el 88 por ciento (2.023.295), de los más de 2,3 millones de titulares del programa, en el que el año pasado se invirtieron 1,6 billones de pesos. La inversión, además de las transferencias condicionadas, se refleja en formación de liderazgos comunitarios enfocados en la mujer con oportunidades para la creación y fortalecimiento de nuevas relaciones sociales entre mujeres y creación de redes de apoyo. Jóvenes en Acción, que apoya el sostenimiento de estudiantes de educación superior, registró 129.420 mujeres inscritas en 2019 (54 por ciento del total de participantes).
La conmemoración de este año -recuerda la ONU- coincide con los 10 años de aniversario de la creación de ONU Mujeres y tiene énfasis en los retos por la igualdad económica. “Las mujeres y las niñas dedican tres veces más de tiempo y energía que los hombres y los niños a ocuparse de las tareas del hogar. Esto no les permite tener las mismas oportunidades en la educación, el mercado laboral y el poder adquisitivo. Es un motor generador de pobreza”, declaró Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres.
El Gobierno nacional, tal como consignó en el Plan Nacional de Desarrollo Pacto por Colombia pacto por la equidad, reconoció que las mujeres están en desventaja en oportunidades sociales y productivas. Respondió a ello con estrategias proyectadas para la superación de esas condiciones, muchas consignadas en el (capítulo) Pacto por la equidad de las mujeres. Respondió también con paridad inédita en los cargos de decisión. De hecho, los cargos de más alta jerarquía en Prosperidad Social están ocupados por mujeres: Dirección general y dos subdirecciones.
Susana Correa está al frente de la entidad desde el inicio del periodo de gobierno, encabezando la modernización de la política para la equidad representada en el diseño y aplicación de la Ruta para la superación de la pobreza. Bibiana Taboada y Ana María Palau están al frente de las subdirecciones generales: para la Superación de la pobreza y para de Programas y proyectos, respectivamente. Ambas subdirecciones se reparten el ejercicio de puesta en marcha de la ruta, del ajuste de los programas y toda la estrategia a la nueva realidad y los retos pendientes para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Son retos con particular tono en cuanto a la relación entre sexo y pobreza. Por ejemplo, de acuerdo con las cifras estimadas y publicadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en 2018 la incidencia de la pobreza multidimensional en personas pertenecientes a hogares con jefatura femenina fue más alta en seis de las siete regiones del país (excepto Antioquia). “El 21,7 por ciento de las personas que pertenecían a un hogar cuya jefatura era femenina eran pobres multidimensionalmente; mientras que el 18,5 por ciento de las personas que pertenecían a hogares con jefatura masculina lo eran”, informó.
En pobreza monetaria, las diferencias son iguales o mayores: el 29,6 por ciento de las personas que pertenecían a un hogar cuya jefatura era femenina; y el 25,7 por ciento de las personas en hogares con jefatura masculina). En pobreza extrema la incidencia es de 8,6 por ciento y 6,5 por ciento, respectivamente. La brecha se amplía, en todos los casos, en sectores rurales.
Correa recordó que la política social que encabeza Prosperidad a través de la Ruta para la superación de la pobreza apunta a la doble inclusión -social y laboral-, especialmente de las mujeres: “Una parte fundamental de esta nueva política es considerar la relación de los hogares pobres y vulnerables con los mercados de trabajo y otras fuentes de ingresos. Estamos generando las condiciones necesarias para que la población en pobreza y pobreza extrema desarrolle su potencial productivo, entendiendo las dinámicas diferenciadas”.
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