Tras las críticas por haber supuestamente negado el reclutamiento de niños, niñas y jóvenes, el exjefe guerrillero Rodrigo Londoño pidió que hicieran pública su versión. Este diario revisó las seis horas, en las que habló sobre la Operación Berlín, en la que murieron 150 menores de edad en Santander. Reconoció que hubo violencia sexual en las filas de las Farc.
Cuando comenzaron las versiones voluntarias privadas en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) por el caso 07, sobre de reclutamiento de menores de edad en la guerra, varias críticas ventilaron los líderes de opinión en contra de los exjefes guerrilleros, quienes supuestamente estaban negando este flagelo ante su juez natural. Los medios de comunicación replicaron la información de que Rodrigo Londoño o Timochenko dijo que en las filas de Farc no hubo jóvenes, niños o niñas. Ante el malestar que generaron estas afirmaciones, Londoño y otros excomandantes pidieron que sus declaraciones se publicaran y de ahora en adelante, al menos para el caso 07, serán trasmitidas en vivo.
La JEP así lo hizo y Colombia2020 decidió revisar en detalle los videos que quedaron de las diligencias que hasta septiembre pasado fueron reservadas, como le tocó a Rodrigo Londoño, Pastor Alape y Pablo Catatumbo. En esta primera entrega contaremos lo que dijo Londoño sobre este flagelo. Aunque durante su versión insistió que en el Bloque Magdalena Medio procuró no ingresar pequeños de menos de 15 años, aceptó que se presentaron casos excepcionales y también que dentro de las Farc sí se permitió el reclutamiento de jóvenes de entre 15 a 18.
“Hubo de 15, 16, 17 años, pero de menos edad no. Después de la séptima conferencia, en la que se establece que sólo pueden entrar de 15 a 30 años, no recuerdo haber tenido menores”, dijo el último comandante que tuvo la insurgencia. Ante la respuesta, el magistrado Iván González preguntó si las comandancias de la extinta guerrilla “entendían si la minoría de edad es toda persona que tiene 18 años”.
Londoño explicó que en la Séptima Conferencia, cuando se debatió el tema de las normas para el ingreso a las Farc, se habló justo de ese tema: “Fue una discusión donde hubo opiniones frente a la edad, especialmente, a la mínima, que muchos considerábamos que 15 eran poco. Pero el debate se fue argumentando y se dijo de que, por lo menos, en la zona rural, los muchachos y muchachas de 15 años tenían una madurez física y sicológica, que les permitía entender la decisión que iban a tomar”, puntualizó.
Dejó claro que no partían del hecho de si era menor de edad o no y ejemplificó con su caso: “Yo ingresé de 17 años y recuerdo que dije que me daban el ingreso ya o me iba para otro lado. Mi idea era irme a buscar a Urabá donde un familiar”. Aunque señaló que no todos los casos eran iguales, sí hubo muchachos que tenían 17, pero parecían de 12, “porque no tenían madurez sicológica. Eso se tenía en cuenta a la hora de dar el ingreso a una persona. Por eso se realizaba el curso básico, era lo ideal”.
Sin embargo, reconoció que, tras el Acuerdo de Paz, se ha dado cuenta, con historias de compañeros y compañeras, que no se cumplía con el filtro del curso básico. “Funcionaba para saber si la persona estaba física y psicológicamente apta para la decisión y compromiso que estaba asumiendo”. El curso básico, manifestó Londoño, se dividía en una parte teórica sobre materialismo histórico, economía política y una parte práctica de entrenamiento militar.
El magistrado cuestionó por qué no se tenía en cuenta las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH), a lo que Londoño respondió: “Ese tema del Derecho Internacional Humanitario, en el caso mío, lo vengo a asumir en los acuerdos de La Habana (Cuba) que lo tomamos como punto de partida para la justicia. Que diga que en curso o charlas, no. A veces había gente de la Cruz Roja Internacional que se encontraba en las regiones y hablaban del tema, pero uno lo consideraba un instrumento de los poderosos para joder a los débiles, en lenguaje castizo… Nosotros estábamos con un proyecto para cambiar el Estado. Y partir de eso era cambiar su estructura, la misma justicia”.
El exjefe guerrillero afirmó que la norma que tenía la guerrilla era que solo se podía ingresar hasta los 16 años. No obstante, advirtió, “en muchos casos, encontramos que eran menores de los 18, porque habían mentido. Muchos ni siquiera sabían dónde habían sido bautizados. No era un requisito. Confiábamos en lo que ellos decían”. En su caso trató de no mencionar la edad que tenía. En los momentos en que, supuestamente, la guerrilla se daba cuenta de que no estaban preparados, Londoño recordó que la regla era regresarlo a la vida civil y que dentro de los reglamentos no estaba contemplado fusilarlos.
Sobre la relación estrecha que había entre la guerrilla y los familiares de los menores de edad reclutados manifestó que no era cierto y que, en casos como el suyo, los exguerrilleros trataban de romper relaciones por su seguridad: “Una de las reflexiones que se hace hoy en día, después de que regresé por aquí a donde está mi familia y me contaban la historia de cómo mi mamá duró buscándome y averiguando con quienes ella suponía que sabían dónde estaba yo. Le dijeron una mentira piadosa de que yo me había ido a la Unión Soviética a estudiar… no era una obligación que se tuviera una relación con la familia”.
Otro punto clave dentro de la diligencia fue el reclutamiento forzado de menores de 15 años. Si bien Londoño aseguró que “fueron casos excepcionales” también relacionó varios casos en los que supo que había niños y niñas, y no llamó la atención al comandante. “Recuerdo que en 1997, en el campamento de Jhon 40 encontré otro. Siempre fui crítico de recoger esos muchachos así, porque no tenían la suficiente madurez. Yo le dije a Jhon que no me parecía. Y él me contó que lo encontraron en la sabanas del Vichada y que el ICBF lo había dejado abandonado. Yo no tenía mando sobre eso, porque eso se respetaba. En cualquier estructura militar se respeta el mando, su jurisdicción y no se mete en las jurisdicciones de los demás”.
El magistrado preguntó si había sanción para las personas que incorporan a la guerrilla menores de 15 años y Londoño respondió que estaba establecido “como falta de primera instancia”. Como consecuencia, agregó, “las deserciones se daban fruto de un mal ingreso a la gente, de no ingresar con la suficiente comprensión del compromiso”. Por eso era tan importante las hojas de vida que intentaron armar, pero que fue difícil mantener en medio de la guerra. La mayoría eran enterradas en caletas o quemadas cuando había enfrentamientos.
Sobre los mecanismos para que los exguerrilleros denunciaran ingresos de menores de edad en las filas, Londoño dijo que no había, pues “no estaba establecido que iba a haber un ingreso masivo de menores”. La posibilidad que tenía los excombatientes era escribir cartas a los comandantes o al secretariado: “Y estaba reglamentado que si uno enviaba una carta a un mando superior debía llegar. Esa era la norma. Ahora, que alguien la cumpliera o no dependía de cada uno”.
Aunque enfatizó que no tiene pruebas para comprobar que la política de metas de reclutamiento pudieron haber incidido para que los mandos reclutaran menores de edad. Sin embargo, dijo, “todo indica, por lo que estamos conociendo y lo que dice la gente, que sí sucedió”. Y añadió que, al menos en la zona del Catatumbo, donde él comandaba, trató siempre mantener a los menores de edad fuera de las Farc. También habló de que tampoco se aceptaban a los indígenas, pues había un trato con organizaciones como la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Incluso, mencionó dos casos en los que devolvieron a dos miembros de la comunidad barí, en el Catatumbo.
La magistratura mencionó el informe del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en el que se estableció que 3.878 menores de edad fueron recuperados por el Estado y atendidos por esta entidad. De ellos, 1.091 eran menores de 15 años. Londoño aseguró que no conoce el informe y no puede referirse a este, pero que la cifra es superior al inventario que ellos hicieron antes de llegar a las negociaciones de La Habana (Cuba), en los que no superaban los 50 casos.
Operación Berlín
El 18 de noviembre del 2000 el Ejército atacó a un grupo de guerrilleros de las Farc que iba desde la zona de distensión, que estaba ubicada en cinco municipio de Meta y Caquetá, hacia el Magdalena Medio. Los combates empezaron en el corregimiento de Turbay, municipio de Suratá (Santander). La acción militar fue bautizada como la Operación Berlín, debido a que se dio en el páramo con ese nombre. Combatían a la columna móvil Arturo Ruiz, que se conformó en el año 2000, bajo el mando de Rogelio, quien le rendía cuentas al Mono Jojoy. La columna, que llevaba seis meses de caminata, estaba compuesta por seis compañías, unos 362 guerrilleros, de los cuales, 150 eran menores de edad.
Este episodio es uno de los hechos que busca esclarecer la JEP y por eso era tan importante que Londoño respondiera qué sucedió. Según recordó, el Bloque del Magdalena Medio le propuso al Bloque Oriental para realizar operaciones en contra de los paramilitares y el Ejército en el Catatumbo. Se propone mandar una columna para apoyar durante un año. “Ahí es donde sale la decisión. Se arma la columna móvil Arturo Ruiz… hicimos un plan para ver cómo los trasladábamos, un plan que nos fracasó… Yo supe que quedaron en el Vichada, pero regreso al Catatumbo y nunca me volvieron a informar nada”.
Cualquier día después, agregó Londoño, hablo por radio con Rogelio, quien estaba al mando, y le digo hacia dónde debía moverse, pues estaba en medio de los dos bloques. “Esa fue una noticia sorprendente porque no sabía que estaban avanzando por ahí. Ante esa situación, sabía que teníamos cerca de esa zona a Guevara. No era el mejor en su aspecto disciplinario, pero era el que estaba cerca y yo le ordeno que se arrime a Rogelio con su gente y que analice si los puede cruzar. Según el informe que lo tienen ustedes, Guevara se va con un grupito y se queda esperando, y envía a otro mando y toma la decisión de cruzarse. Cosas que a la luz de normas militares fue un error garrafal, de sentido común. Era haber dicho: ‘No hay forma de pasar’”.
Ahí comienza el cruce con el Ejército y cuando empiezan los ataques en el páramo de Berlín, Londoño le dice a Guevara que no parara en la zona de Turbay sino más adelante, donde hay montaña. Esa orden, según el excomandante, no la tienen en cuenta y llega el Ejército, quien acaba con la columna móvil, incluido a Guevara. “Rogelio llega después… cuando llegan hago el balance con ellos de todo lo que pasó y ahí están las conclusiones”, expresó Londoño.
Aunque dijo que no tuvo que ver con este hecho, aceptó su responsabilidad como alto mando: “Yo asumo la responsabilidad, a sabiendas que no lo es. Los que llegaron fue un acto de sacrificio, de heroísmo, esfuerzo y de compromiso grande”. El magistrado le mencionó que la mitad de los exguerrilleros era menores de 15 años, aunque anteriormente hubiese mencionado que estaba prohibido. Londoño respondió que fue “un error garrafal” y que él no tuvo nada que ver en la conformación de la columna. “Fue un error imperdonable, no debió haber sucedido”, añadió. A pesar de esto, confirmó que no hubo un solo mando procesado por este hecho.
Por la Operación Berlín, aseguró la magistrada Caterina Heyck, Londoño tiene una sentencia de 10 años en su contra por reclutamiento, proferida por el juzgado tercero penal de circuito de Bucaramanga. Hay, al menos, 86 sobrevivientes que en ese entonces eran menores de edad y denunciaron la responsabilidad de Londoño. El exjefe guerrillero consideró que “debió haber estudiado las hojas de vida” de estas personas, pero siempre andaban de afán y no lo hizo. También se refirió cómo en medio del combate había muchachos que se entregaban y aún así fueron asesinados por los militares.
Violencia sexual
Por otro lado, el magistrado González también indagó sobre cómo fueron tratadas las personas con orientación sexual diversa, fuesen mayores o menores de edad. Si bien Londoño señaló que no estaban estipuladas normas sobre el tema, reconoció que “era un problema de que ingresaran personas con esa orientación por el carácter de la organización y de la sociedad en la que vivimos, en esa etapa de los años setenta y ochenta. Otra cosa es ahora. Pero en una organización militar, que tiene un componente de machismo, las personas que tuvieran esa orientación y se supiera tenían dificultades”.
El exguerrillero contó otra historia: “Me tocó enfrentar un caso de un muchacho que era muy respetado militarmente hasta que se supo su orientación sexual. Se empezó a presentar una situación compleja. Empezó a haber rechazo y me tocó hacer una asamblea sin que él estuviera presente y planteé a la unidad… En conclusión, quedamos en hablar con él para ver cómo podía seguir, teniendo en cuenta que la gente sabía y que se le respetara… le pregunté cuál alternativa planteaba… A los 20 días dijo que se iba. Se fue y a los 20 días lo capturaron”.
Después de esa anécdota, la JEP mencionó las denuncias sobre violencia sexual dentro de la organización. Londoño confirmó que una vez estuvo en un curso en el que los exguerrilleros tenían dos días a la semana para tener relaciones. “Dije que eso no estaba bien”, agregó. Acerca de que se obligaban a las exguerrilleras a tener relaciones sexuales con altos mandos, Londoño manifestó que “las mujeres eran libres”. Sin embargo, no descartó que hubiesen quienes quisieran “aprovecharse de las circunstancias de la gente que está nueva y aprovecharlas para presionarlas y tener relaciones con ellas”.
La norma de anticoncepción también fue otro eje central. Para el excombatiente, que las mujeres tuvieran hijos mientras estaban en las filas era un problema, por eso se estableció que debían planificar: “Cuando una mujer tiene un hijo y se separa de él eso es muy traumático. En medio de la confrontación tiene muchos riesgos. Muchas desertaban para estar con sus hijos y otras no, pero tenían esa situación ahí. Entonces se plantea la planificación. Cuando las mujeres entraban se les explicaba que tener hijos dentro de la guerrilla era un problema para la organización, para ellas y los hijos”.
No había regulaciones de métodos anticonceptivos, expresó, pero a las menores de 18 años se les recomendaba usar la T, porque no tenía efectos, aunque reconoció que eso era relativo. Otro de los anticonceptivos eran el Norplant, “que era muy práctico, pero no se les obligaba a que fuera ese”. Además, Londoño se refirió a la planificación forzada como “un crimen” y contó que en otras zonas se presentaron sanciones por incumplir los métodos de planificación.
“Cuando asumo el mando de las Farc y tengo información de bloque y frentes, me consultaron sobre el consejo de guerra a una muchacha porque había quedado en embarazo. Desafortunadamente, esos archivos se destruyeron, pero yo escribí dos folios diciéndoles que eso no debía darse… Eso creo que se suspendió, que no lo hicieron”, reveló.
Tampoco desconoció que hubo abortos forzados: “Ahora me he enterado, incluso en una encuesta que hicieron de 400 guerrilleras, que algunas las forzaron a abortar”. Pero dejó claro que “en lo personal lo considero un crimen, jamás lo hice y jamás lo permitiría”. Mencionó una experiencia en el Catatumbo, donde crearon un “medio hospital, donde teníamos algunos elementos”, como el ecógrafo. “Cuando había compañeras embarazadas en el Catatumbo, se llevaban para allá. Una vez apareció una compañera que el bebé estaba deforme. Se le mostró que si lo tenía, se moriría. Y ella dijo que lo tenía. Esa fue su decisión. Se le atendió lo mejor posible, como a los tres días murió. Ella se fue al frente de nuevo. Era del frente 33. A los pocos meses dijeron que estaba embarazada y se le volvió a traer, pero esta vez salió todo bien”, relató el exguerrillero.
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